He ido perdiendo vista de cerca, la que se necesita para leer. A mí me gusta mucho leer, pero no me importa. Las gafas de vista cansada, así es como las llaman, me permite seguir leyendo, el mayor placer de mi vida, si descontamos pensar.
Estoy en la terraza de la Casa Encendida (Madrid),
disfrutando de una tórrida tarde de agosto, del primer día de agosto, para ser
exacto. Sacó el libro Un mundo feliz y me dispongo a leer mientras tomo
un refresco y las patatas que me han puesto de aperitivo. Hay mucha luz natural
y leo sin necesidad de gafas. Al cabo de un rato me las pongo para forzar menos
la vista. Voy a coger el libro y observó
que la imagen que me llega de las patatas es más detallada, más limpia, mejor
enfocada, más precisa y preciosa. Lo mismo ocurre con la bebida y sus burbujas,
con el hielo y cristal del vaso. Es un mundo más hermoso que el que veo sin
gafas. Me las quito para comprobar que en efecto así es.
Uno se adapta a lo que tiene. No sé desde cuándo mi vista
fue empeorando, calculo que desde hace unos cinco años. Me he ido
adaptando y apenas soy consciente de ello, a pesar de que cada vez que me pongo
las gafas noto esa mejora de mi mundo sensible. Soy afortunado por tener tan buena
vista, por haber tenido tan buena vista. Pienso en las personas que nacen con
miopía u otros defectos de la visión. Desde hace siglos es un problema con
hasta cierto punto solución. Pero, ¿y cuando no existían las lentes
correctoras? ¿Cómo verían el mundo los miopes? ¿Cómo legislarían, si eran legisladores,
esos que veían una niebla más allá de unos pocos metros?, ¿prohibirían mirar? Es
posible. ¿Serían buenos para la guerra? No ver al enemigo hasta que lo tienes
encima quizá les hiciese ser valientes y triunfar, y luego ocupar puestos
relevantes en la sociedad y legislar. O puede que no ver, pero oír el estruendo
del enemigo, les hiciese sentir pánico. Acobardarse y huir. No ocuparían
puestos relevantes en la sociedad y no legislarían.
No pasaba eso con el ejército griego. Ellos utilizaron la estrella
doble Alcor y Mizar, en el rabo de la Osa Mayor, para comprobar la capacidad
visual de los futuros guerreros, Si veían una estrella en lugar de dos, eran
descartados, no triunfarían y no ocuparían puestos relevantes en la sociedad. Y
no legislarían.
Creo, sin datos, ni mayor fundamento, que esto que he dicho: que
los persas tenían mala vista, o al menos peor que la de los griegos, explicaría la derrota de sus enormes ejércitos frente a los humildes ejércitos
griegos. Eso, y que estos últimos luchaban por la libertad, no por la libertad
que, dice alguna, consistente en tomar una cerveza en la terraza de un bar. Lo que yo estoy haciendo ahora mismo y aquí mismo.