Escritos



6 comentarios:

  1. Estimado Julián, acabo de leer por recomendación paterna tu libro "Un día antes del día de los Santos Inocentes" y quería transmitirte mi más sincera enhorabuena por una obra tan pura y cercana. Tengo 24 años y soy de Dueñas así que, como comprenderás, conozco a la perfección Venta de Baños, donde además fui a Bachillerato, y Cevico de la Torre, por lo que he hecho muy buenos amigos en ambos y voy muy a menudo.

    Disfruto enormemente, además, con las "historietas" de la familia que me cuentan mis abuelos, por lo que me he sentido muy identificado con tu libro pues, las premisas generales, se pueden transpolar la forma de vida que narras a las miles de familias castellanas y, encima, en un entorno que conozco a la perfección, por lo que tan siquiera me sorprende la descripción de las viviendas-cueva, ¡donde todavía vive alguna familia!

    Para despedirme, te dejo una cita de Ortega y Gasset de la impresión que le dio esta particular forma de vida al pasar con el tren:

    "Pocos kilómetros antes de llegar a Venta de Baños está Dueñas, un pueblo atroz. Se alza en la caída de un cabezo con aire de pueblo alerta. Es de color de la tierra. Las casas de adobe, bajo la luz de la siesta, casi incorpóreas, tiemblan, como hechas de luz y calígine, y una enorme iglesia se levanta en lo alto, defensora y hostil. En torno al pueblo, edificado sobre la tierra, hay un pueblo de terrícolas, de hombres que viven como hormigas dentro del cabezo. Allí, sepultos en las entrañas del montículo, que debe arder con fuego sin llama y sin claror, con terrible fuego mudo, estos castellanos y castellanas, hermanos nuestros, duermen, aman, paren. Fuera, el sol amarillea a lo largo, calizo, polvoriento, y el sol de julio hincha cada una de sus pulsaciones todo el horizonte como un alarido inmenso".

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    1. Gracias por tu comentario, desconocido pero querido lector/a. En efecto, la vida que se narra en ese libro es extrapolable a muchas vidas de aquellos años. La descripción de Ortega y Gasset, impecable.
      Posdata: Dueñas me trae muy buenos recuerdos de juventud y tu escrito me ha hecho revivirlos. Gracias de nuevo.

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    2. Si aún vive tu madre (pues la última noticia que tenía mi padre es que seguía viviendo con alguno de vosotros no sé si en Barcelona, pero de esto, claro, hará ya unos años...), dala recuerdos de un cerrateño aunque sea un desconocido a ver si también revive los buenos recuerdos de estas tierras. Y dala la enhorabuena por haberse sobrepuesto tan valientemente a esos reveses que da la vida. Saludos también para vosotros y reiterar mi felicitación por el libro.

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    3. Mi madre aún vive, así que le daré recuerdos de un cerrateño desconocido. Se pondrá muy contenta al revivir buenos recuerdos de estas tierras. Como reza en la cita que abre el libro: "Al final de la vida lo que queda son los recuerdos".
      Gracias

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  2. "Yo viví en la dulce y perpetua espera del azar. Comprendí que la sed de disfrutar que nace en cada momento de voluptuosidad, se anticipa al gozo, de la misma manera como existen respuestas listas para cualquier pregunta. Fui feliz cuando las fuentes de agua me revelaron que tenía sed, y cuando estando en pleno desierto (donde la sed no se puede saciar), preferí, a pesar de todo, la fuerza febril que me inspiraba el furor del sol. Ciertas noches hallé oasis maravillosos que el deseo acumulado durante todo el día hacían más frescos aún. En la extensión de arena golpeada por el sol y como adormecida por un gran sueño - el calor era tal que vibraba en el aire - sentí el pulso de la vida, una vida que no podía dormir, que se desvanecía de tanto temblar en el horizonte, y que estaba henchida de amor a mis pies. Lo único que buscaba día a día, minuto a minuto, era hallar la manera más pura de penetrar la naturaleza.
    Había recibido un don, preciado, el de no poner mayor freno a mi ser. Recordar el pasado influyó en mí sólo para dar unidad a mi vida: era como el hilo de Teseo que lo unía a su antiguo amor pero que no le impedía atravesar los paisajes más desconocidos, aunque al final, el hilo terminara por romperse. Qué increíbles involuciones! Por las mañanas, yo saboreaba en mis caminatas la presencia de una nueva existencia, el nacimiento de mi percepción. "Oh! poeta, exclamaba, tú tienes la facultad del descubrimiento perpetuo". Estaba totalmente receptivo. Mi alma era un albergue acogedor en el cruce de los caminos y recibía todo lo que se dejara captar. Me dejé buenamente convertir en un ser dócil, capaz de escuchar, al punto de no pensar en lo absoluto en mí mismo, de comprender todas las emociones que se presentaban delante de mí. Logré aplacar todo impulso de reacción hasta ya no considerar nada como algo malo y no tener que protestar por una nimiedad. Me di pronto cuenta además, que en mi apreciación de lo bello había también espacio para la fealdad. "

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    1. Gracias por tu aporte, lector anónimo. Qué decir de Andre Gidè... salvo que tengo mucho que aprender.

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