(Homenaje a Borges
y a mi amigo Rogelio en el
aniversario de su muerte)
Un amigo me prometió escribir un libro juntos.
Ahora, en Madrid, se que ha
muerto.
Sentí, como otras veces, la
tristeza de comprender que somos como un sueño.
Pensé en el hombre y en el libro
perdidos.
(Solo los dioses pueden prometer, porque son inmortales)
Pensé en el libro y en las ideas
que contendría.
Pensé después:
si estuviera escrito, con el
tiempo sería un libro más que acumula polvo, una más de mis vanidades;
ahora es ilimitado, incesante,
capaz de cualquier contenido y no atado a ninguno.
Existe de algún modo. Vivirá y
crecerá como una música y estará conmigo hasta el fin.
Gracias, Rogelio.
(También los hombres pueden
prometer, porque en la promesa hay algo inmortal)
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