lunes, 1 de marzo de 2021

En la belleza propia

El libro En la belleza ajena de Adam Zagajewsky me enseñó que se puede poner juntos escritos sin más relación que haber sido pensados por la misma persona. No es lo mismo que la escritura automática. Nunca me ha gustado leerla ni practicarla. Pero la idea de Zagajewsky de narrar la vida sin más hilo conductor que la propia vida me gusta. Y me viene muy bien, ya que, dada mi condición de esclavo, no tengo ni tiempo ni fuerzas como para escribir una nueva novela o un largo ensayo, pero sí para narrar brevemente el asombro que aún me produce la vida. Asombro que no para de asaltarme a pesar de que la realidad me ha superado… para mal. Atrás queda, seguramente para no volver, el tiempo en el que creía que los seres humanos éramos buenos por naturaleza. Atrás queda creer que el mundo estaba, como yo creía estar, en un proceso de mejora continua. Atrás queda creer que los seres humanos somos la cumbre de la creación. Atrás queda asombrarme de que al dar un interruptor se encienda una bombilla o que mi voz pudiese escucharse a miles de kilómetros de distancia. Atrás queda también sentir felicidad mientras el cristal de mi ventana llora gotas de lluvia. El mundo esté lleno de belleza que nunca conoceré. Ni tú. Belleza de la naturaleza y belleza creada por el ser humano. Una lástima.

2 comentarios:

  1. La propia vida debería ser suficiente aliciente para relegar a la esclavitud que nos impone esta idea de sociedad de borregos al rincón más aislado y oscuro de nuestra existencia, y dejar que fluya el resto. El niño siempre sorprendido, el hombre que espera un futuro mejor, el que puede escribir, viajar, vivir... Pero claro, de nada sirve que esto te lo escriba otro esclavo igual que tú, ¿verdad amigo?
    Siempre habrá pequeños aperitivos guionizados que se puedan compartir, lanzar al viento como panfletos o soflamas de rabiosa rebeldía inútil. ¿Inútil?

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  2. Pues sí que me sirve, amigo, saber que uno no está solo en este naufragio vital es reconfortante, aunque no gratificante (ojalá que fuese el único esclavo del mundo).
    Nos quedaremos con esas pataletas inútiles que, precisamente por ser inútiles, son lo más importante.

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