No. Ojalá se pudiese, pero no, no se puede. Y, dado cómo somos los humanos, mejor así. Y no me refiero a que nos guste mentir, más bien al contrario, lo que no soportamos es la verdad (con minúsculas, no se me asuste nadie, es decir: mi verdad). Imagina que tu mujer te dice que le pone cachonda el vecino. O que un amigo te dice que eres más tonto que el de los polinomios. O que le dices a tu hermano que es un egoísta que sólo está pensando en que se mueran los padres para heredar. No, en general no hay que decir la verdad. Lo mejor, si se puede, es callar, pero si te preguntan y no puedes eludir la respuesta lo mejor es mentir. Tengamos la fiesta en paz.
Con
quien sí que se puede vivir sin mentir, o mintiendo muy poco, es con los
amigos. Y se puede justamente porque los amigos sí que soportan oír tu verdad,
por muy gilipollas que seas o por muy extrañas que sean tus pasiones. Los
amigos son receptores de verdad, nos aceptan sin mentiras.
Vuelvo
entonces a la pregunta inicial: ¿se puede vivir sin mentir? En ciertas parcelas
de la vida sí y en otras no. ¿En cuál te sientes más cómodo? Yo, desde luego,
en aquellas en las que puedo ser auténtico y puedo expresar lo que pienso o
siento si necesidad de decir lo que se espera que diga. O callando cuando deseo
hablar. Porque no lo olvidemos, se miente tanto con la palabra como con el
silencio. Y esa parcela, en la que no miento ni al hablar ni con silencio es en
la que estoy con los amigos. Relaciones deseadas y no obligadas. Esa es la
diferencia, miento, de palabra o callando, cuando estoy con quien no quiero
estar. Hablo verdad cuando estoy con mi otro-yo: mis amigos.
Resumiendo:
¿Se puede vivir sin mentir? No y sí.