Me llevó la corriente
y,
como no podía ser de
otra manera, naufragué.
La necesidad fue mi
brújula.
Pasé hambre.
Pasé frío, mucho, más
que hambre.
Pero viví querido y
feliz,
como sólo un niño puede
serlo.
Un zarpazo de la vida
se llevó a mi padre y
pronto me hicieron un
hombre,
aunque yo seguía
siendo un niño.
Tuve que dejar de
vivir para sobrevivir.
Me convertí en un
hombre sin educación ni cultura,
en un hombre nacido
para el yugo.
Para desunírmelo leí
poesía.
Leí poesía, pero no
me convertí en poeta.