lunes, 1 de agosto de 2022

La fiesta de los toros

El debate sobre si debe de permitirse la fiesta de los toros o no parece inacabable. Y puede que lo sea porque es una cuestión de sentimientos, no de argumentos. Y es sabido que frente a los sentimientos no hay argumentos. Aunque hace años que no discuto sobre este tema, aún recuerdo la última vez que lo hice porque me dieron un par de zascas en toda la boca que aún me duelen. Intenté argumentar que los toros sufren, esperando alguna de las típicas respuesta de los defensores de la fiesta: que son animales y por lo tanto no sufren, o que viven a cuerpo de rey toda su vida y eso justifica su truculento final. La respuesta, en esa ocasión fue más clara y directa: “que se jodan”. Sí, yo también me quede sin palabras, y más viniendo la respuesta de una mujer a las que, por un micromachismo mío, siempre he considerado más sensibles que los hombres. Después de unos segundos de estupefacción se me ocurrió preguntarle si le gustaría que le hiciesen sufrir a ella. “No, porque yo soy hija de Dios”.

Ya no he vuelto a hablar nunca más del tema, claro.