La ética es muy resbaladiza. Es algo a la vez personal y social. Aunque, bien visto, es precisamente esta dualidad lo que me permite saber, o al menos tener un criterio, de si estoy o no a favor de asuntos como: vientres de alquiler, inseminación artificial, eutanasia, aborto, trasplantes, selección genética…
Suelo ser tolerante
cuando lo que alguien decide hacer no afecta a mi vida ni a la vida de ningún
otro miembro de la sociedad. Ese criterio me permite no inmiscuirme en la vida
de las personas que están a favor del aborto o de la eutanasia. Es una decisión
personal que a mí, ni individualmente, ni como miembro de la sociedad, me
afecta. ¿Inseminación artificial? ¿Trasplantes? ¿Me afecta a mi o a terceros?
No parece, pues por mí, entonces, adelante. (El tema de quién debería de
costearlo me parece menor al lado de si yo lo permitiría o no.)
¿Vientres de alquiler? En
principio también me pareció que no me afecta ni afecta a terceros, pero en una
segunda vuelta me he dado cuenta de que no es así. Afecta al niño que nacerá de
ese vientre de alquiler. No, no estoy de acuerdo en que se permita que una
mujer geste el futuro hijo de otra mujer. La madre no es, o al menos no es sólo
es, quien pone el óvulo, es, o también es, quien lo gesta. La relación que se
crea entre el cuerpo que realiza la gestación y el parto, y la criatura que es
gestada y nace, es un lazo íntimo y único que no debe romperse. Si usted no
puede gestar un hijo no le permito que la gestación se la realice otra persona,
porque el ser que nace va a perder un vínculo afectivo que sí puede afectar a
terceras personas.
También lo de la
selección genética me plantea algunas dudas porque eso sí que puede afectarme,
o afectar a mi descendencia, si ni yo ni mi descendencia hemos tenido las mismas
oportunidades de hacer esa selección genética que pueda hacer otra familia. Si
ya se juega con bastante ventaja por los privilegios sociales, ni te cuento qué
pasaría si permitimos privilegios genéticos. Dicho esto, ya adelanto que, esté
o no en contra de esa posibilidad, quien ya tienen los privilegios sociales
también se aprovecharan de estos privilegios genéticos, sean o no legales,
éticos o inmorales.
Otra vertiente del tema
es qué hacer, una vez legislado lo que socialmente se acepte, con los médicos
que alegan motivos de conciencia para evitar realizar ciertas intervenciones:
abortos, eutanasia,… Si la demanda social está bien cubierta sin necesidad de
esos profesionales, les permitiría objetar. Si no es así, les obligaría a
realizar la tarea que la sociedad les demanda o, de no aceptarlo, a que cambien
de lugar de trabajo o de profesión. No creo que admitiésemos, en la sanidad
pública, que un médico, por motivos religiosos o de cualquier otro tipo, se
negase a realizar transfusiones de sangre a pacientes que las necesitasen.