lunes, 1 de noviembre de 2021

Hombre y mujer, ¿iguales o diferentes? ¿En qué?

Somos diferentes. Física y mentalmente (o sea físicamente, porque la mente no deja de ser una estructura material como lo es el cuerpo). Salta a la vista que el cuerpo de un hombre es diferente del de una mujer. Como también salta a la vista que hay “hombres” que parecen mujeres y “mujeres” que parecen hombres. Porque aunque somos diferentes genéticamente, pero la genética tiene unos márgenes en función de las circunstancias que rodeen a los genes. Dependiendo de ellas los genes se muestran de una manera o de otra (epigenética), dándose situaciones en las que unos genes se desarrollan mostrando atributos poco frecuentes en ese sexo. Me estoy explicando fatal. Ejemplos. Los genes de una persona (da igual en este caso el sexo) marcan que su altura estará entre metro y medio y metro ochenta. Dependiendo de lo que coma, del ejercicio que haga, de la contaminación del ambiente donde esté y de muchos otros factores se quedará en el metro y medio, llegará al metro ochenta o se quedará en una altura intermedia. Lo que nunca ocurrirá es que mida dos metros. Otro ejemplo. Los genes de una persona (da igual en este caso el sexo) marcan que tiene síndrome de Down. Dependiendo del estímulo que reciba, de las oportunidades que tenga, del apoyo y de la motivación podrá desarrollar su inteligencia más o menos, pero siempre estará entre 40 y 60. Lo que nunca ocurrirá es que llegue a 130. Recapitulando: somos nuestros genes, si bien esos genes permiten unos márgenes de variabilidad. Para el caso que nos ocupa: somos hombres (testosterona) o mujeres (estrógenos) según nuestra genética, si bien los márgenes de variabilidad permiten que a veces hombre muestre atributos típicamente femeninos y viceversa. Eso, que en el cuerpo físico salta a la vista, no parece tan obvio en el caso del cerebro, pero, en mi opinión, estamos en las mismas. Hay cerebros de hombre y cerebros de mujer, y algunos que están en la frontera de ambos y que incluso pueden pasar de un lado al otro. Así que sí, sí que somos diferentes, ¿en qué? Físicamente. El hombre es, en general, más alto y fuerte, más violento e irracional. La mujer menos corpulenta, más social y sentimental. No está bien visto que alguien diga que el rey vaya desnudo, pero es que va desnudo. Lo que no entiendo es porqué ha de ser tan importante que vaya desnudo. Es decir, no está bien visto que se diga que hombres y mujeres somos diferentes, pero es que somos diferentes, Lo que no entiendo es porqué ha de levantar tantas ampollas que sea así. Lo que debería de ponernos en pie de guerra sería el hecho de porque seamos diferentes biológicamente lo tengamos que ser también socialmente. Ahí ya estamos en un lío. Pero es un lío de desigualdad que no sólo se produce entre hombres y mujeres, también entre blancos y negros, ricos y pobres, feos y guapos. A las desigualdades físicas no deberían de añadirse desigualdades sociales. En ese aspecto si deberíamos de ser iguales.

5 comentarios:

  1. Esa capacidad innata de las personas que filosofan de escoger temas espinosos para su tarea mental... ¿Qué te hubiera costado, amigo Julián, reflexionar sobre los tiempos de siembra del geranio y su adaptación a las macetas? Pero no, hemos de agudizar los pelos, convertirnos en erizos (símil que me hace pensar en que esta sociedad nos dirige a confrontaciones para las que ya nos ponemos el traje de púas antes de comenzar a debatir) y lanzarnos al vacío, aunque sepamos que debajo hay una cama de pinchos, y nuestro paracaídas no funciona.
    Imagino que, disculpa si parezco corrector, cuando hablas de "diferencias física" de la mente, intentas más bien referirte a la fisiología del cerebro y sus reacciones para situaciones idénticas, puesto que físicamente, el órgano es parejo en hombres y mujeres. Su desarrollo, y las áreas potenciadas o coartadas por los factores externos son lo que realmente, en mi opinión, representan la diferencia final en cada caso.
    Pero me temo que, si aceptamos este punto, deberíamos de saltarnos toda la parte intermedia del razonamiento, y dirigirnos (por desgracia, de forma más directa de lo que nos indicaría la propia Naturaleza) al meollo final del asunto.
    Las desigualdades físicas son sólo eso. Desigualdades. Que no son iguales. Eso no implica necesariamente (al contrario de lo que algunos señalan) que, por ejemplo, el hecho de que por norma general el hombre posea una mayor forma física que la mujer, digamos entendida más en el volumen que en la potencia, sea mejor, o una ventaja. Un cuerpo más liviano podrá sobrevivir ante uno más pesado si estamos colgando en un precipicio de una cuerda con varios hilos deshilachados...
    Las desigualdades mentales son un tema más peliagudo, con multitud de vértices y aristas, espinas y rosas. Eso que tan recurrente es en las disertaciones sobre el cerebro de los entendidos, que es hablar de los hemisferios y su prevalencia en función del sexo de la persona, resulta muy útil para atraer la atención de la concurrencia, pero al final su valor vuelve a ser relativo. De poco le sirve a un músico que su lado predominante sea el analítico, o viceversa. Se trata de darle valor a la parte positiva que predomina, y no coartarla.
    Y aquí entramos en el quid de la cuestión, en mi opinión, y donde radica todo el problema: Las desigualdades sociales. Como bien dices, no deberían de existir. Pero existen. Y vamos a dejar de mirar hacia otro lado, excusando que eso es culpa de los demás. Para que existan, no sólo debe de haber quien las cree, difunda, ejecute y priorice. Deben contar con la pasividad y la connivencia de los que nos creemos fuera de esa esfera.
    Los problemas sociales los creamos nosotros, les damos cancha nosotros, los acentuamos nosotros, y sólo vemos el anverso o el reverso en función de cómo nos beneficien o perjudiquen las distintas cuestiones.

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    1. Pobres los chicos de África, a los que no se les permite ir a la escuela porque desde niños son introducidos en agujeros para extraer mineral. Pero los componentes derivados para mi teléfono móvil, que nadie me los quite.
      Pobres las niñas migrantes a las que las mafias captan como pago por hacer la vista gorda en los pasos fronterizos de los países más débiles o afectados al paso de los que huyen de la guerra o la muerte, y las prostituyen arrancándoles hasta el alma. Pero oye, si esos depravados que se van de putas están aliviados, nuestras hijas correrán menos peligro yendo solas por la calle.
      Pobres animales, pobres minusválidos, pobres de todos aquellos que sufren por cuestiones que no me afectan a mí. Pobres de palabra, de limosna como mucho para aliviar las cuitas de nuestra alma. Pero hasta que no me toque a mí directamente, o a uno de los míos más cercano, verlo por la tele mientras se asiente aparentando solemnidad y sentenciando "pobres, si no existiera tanta desigualdad" resulta suficiente.
      El problema es, amigo, que cuando te toca a ti, que crees ser el centro del universo y te llevas la sorpresa de descubrir que ni por asomo lo eres, entonces, cuando te des cuenta de que estás sólo, clamando en un desierto social infinito, las frases bienintencionadas pero vacías, los buenos deseos y las palmaditas en la espalda te van a parecer una desesperante crueldad. Para entonces, puede que sea tarde.
      La sociedad somos todos. Cada desigualdad somos todos. Todos estamos subidos en la balanza, pero si no nos ponemos de acuerdo para repartirnos por toda su extensión, lo más probable es que la venzamos y acabemos cayendo, tarde o temprano, al insondable vacío.

      (Perdón. Hoy quizá no era el mejor día para responder a una de tus entradas...)

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  2. Pues qué te puedo decir, querido lector, salvo gracias y, que sí, que sí que era hoy el mejor día para responder a esta entrada.

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  3. Quizá equivoquemos el camino a la igualdad, al derecho a tratar y a corresponder por igual a los seres con los que nos cruzamos. Quizá su buscamos lo que nos une, lo que nos iguala. De hecho toda la vida en la tierra tiene una gran similitud y se rige básicamente por las mismas necesidades. Siendo tanto lo que nos une, nos gusta ensalzar las pequeñas diferencias para, en cada época, aprovecharse todo lo que se pueda del que yo quiera considerar inferior según mi perspectiva. Los esclavos eran considerados animales para así poder abusar de ellos... Y así un largo etc. Si nos convenciaramos de que es más lo que nos une que lo que nos diferencia... Buscar la diferencia nos separa en mundos diferentes y a veces opuestos, se cierra el entendimiento. Pero si nos centramos en lo que nos une, lograriamos comprender y adaptarnos a las pequeñas diferencias. Se trata de incluir a todo, pero todo lo que una, sobre todo en el punto de vista social, no está bien visto, porque la unión hace fuerza y desaparecerían todas las diferencias... Y hay gente que vive por esas diferencias, tengo una casa más grande, tengo más poder qué... Y como son los que mueven el mundo actualmente, siempre se acentuará la búsqueda de la diferencia, de la segregación, partición y enfrentamiento, en todos los niveles que sea posible.

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  4. Me gusta tu punto de vista. En efecto son más, muchas más, las cosas que nos unen, que nos hacen semejantes, que las que nos diferencian. Y esa es la manera de mirar el mundo: lo que compartimos, no lo que nos separa. Gracias por tu aportación.

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